martes, septiembre 26, 2006

VUELO 93: UNA HISTORIA LAGRIMERA

El melodrama gringo por excelencia


Debo empezar por decir que la muerte de 44 personas a bordo de un avión secuestrado con el propósito de estrellarlo contra la Casa Blanca, el pasado 11 de septiembre de 2001, merece todo el respeto que como sociedad podamos darle, pero ésto no quiere decir que cuando se nos presenta una película que intenta recrear los acontecimientos que sucedieron en ese vuelo debamos quedarnos callados frente al melodrama barato que el director Peter Markle nos quiera mostrar.

Vamos por partes, como toda película tiene cosas buenas y malas, aunque en ésta brillan más las segundas que las primeras, pero hablemos de lo que se puede rescatar. Como producción podemos reconocerle el atreverse a recrear hechos tan dolorosos como los del 11/9 para los norteamericanos; así mismo, que el casting no incluya a los famosos de siempre, humanizando los personajes, quienes además recibieron una identidad, lo cual quedó claro en el registro de a bordo, donde uno a uno se mostraron sus tiquetes de United Airlines, con salida de San Francisco y destino New Jersey.

Ahora, lo malo de la película es la historia, el desarrollo argumental y narrativo tiene sentido pero no una historia lo suficientemente verosímil que lo soporte. El equipo creativo, encabezado por el guionista, tuvo muy en cuenta los datos reales que aportaron los pasajeros del vuelo 93, a través de las llamadas realizadas, pero esas mismas llamadas, en la película, matan el suspenso, porque los cuarenta pasajeros no parecían secuestrados, incluso tenían más libertad que en un vuelo normal, se ponían de pié, se agrupaban, hablaban por celular, llamaban a sus familias de los teléfonos del avión, pidieron que avisaran a las autoridades, se despidieron de quienes quisieron y dijeron “Te amo” hasta el cansancio, mientras el equipo de secuestradores no hacía nada: no los sometía, no los obligaba a callarse, no los separaba, nada, y ni siquiera refuerzan la idea de que eran inexpertos.

En tierra todo el mundo sabía qué estaba sucediendo con el avión, pero tampoco se hizo nada, esta claro que las familias no podían más que lamentarse mientras veían por televisión la caída de las Torres en el World Trade Center, pero la policía pudo hacer algo, la fuerza aérea pudo hacer algo, pero no, sólo 25 minutos después, tiempo mencionado en el filme, un general no identificado manda un par de aviones caza para que encuentren al 93 y lo sigan, sin orden de forzarlo a aterrizar ni derribarlo, mientras en el avión se reza el Padre Nuestro para recordarnos que Alá vio con beneplácito los atentados contra los judío - cristianos.

Para completar el melodrama, salvo contadas excepciones, todos los pasajeros tenían en sus casas pequeños niños que los esperaban. Los terroristas no sólo mataron a los 44 pasajeros y tripulantes, también acabaron con la vida de sus hijos, parece gritar la película. Y por cierto, 40 pasajeros, en su mayoría hombres, no pudieron controlar a 4 terroristas, más aterrados que ellos, armados con bisturíes y una supuesta bomba, que aunque el suicida accionó por accidente cuando cayó al piso en un giro del avión, nadie notó. Luego de una hora de eternas llamadas y lágrimas incontables los hombres deciden tomarse la cabina, !perdón!, no son ellos quienes lo deciden, son sus mujeres en tierra las que les indican que lo hagan, pero en fin, utilizan agua caliente y un carrito repartidor para acabar con el bombardero y derribar la puerta de la cabina.

Para cerrar la película, cuando pueden tener el control, resulta que el espectador sólo ve una pequeña humareda en medio de un bosque y después cenizas y pequeños fragmentos del fuselaje, pero de los pasajeros, del avión o de sus restos, que seguramente no se consumieron por el fuego en menos de 1 hora que sería el tiempo estimado en la cinta, no se sabe nada. Inclusive los agentes del FBI le preguntan a un bombero en la escena sobre el avión y éste les informa que no lo han encontrado, y con la misma estupefacción del público, el agente le dice “pero es un Boeing 747”.

Otoño, invierno, primavera, el recurso cinematográfico con el que el director nos indica que el avión cayó en un hoyo en la tierra, que ni siquiera es proporcional a su tamaño, pero que con el tiempo ha quedado enterrado y el espíritu norteamericano sigue en pie rindiéndole homenaje a quienes, sacrificando sus vidas, salvaron la Casa de la nación.

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